Foto; Comiendo con unos amigos camboyanos. Battambang, Camboya.
Foto;En una cocina Shan. Noreste de Birmania.
Ya de regreso al soleado espacio de mi vida madrileña. Rutinas, amigos, conciertos, desempleo…
En la mente aun fresco el viaje. Sigo sufriendo un pequeño jetlag imaginario, una foto fija de una palmera en mi retina, una sonrisa estúpida que se desdibuja muy poquito a poco en mi cara.
Y también he vuelto al cocido de mi madre, a mis sopas, al pincho de tortilla de la esquina, y a las maravillosas ensaladas que me quitan canas.
Aun no he comenzado a cocinar. Ya vuelvo, ya vuelvo. Permitidme estar perezoso otro ratito.
Pero antes dejadme que os cuente lo mejor y lo peor que he comido estas últimas 9 semanas…
Han sido 3 comidas por 63 días, eso significa 189 comidas asiáticas, la mayoría en la calle. Menos dos cenas, imprudentes, en Singapur y Yangun. En ambas opte por comer algo “occidental”. Craso error, porque fueron las únicas ligeras molestias que he tenido… Raro y curioso. Curioso? Raro?
Empiezo por el final, por las cocinas de Camboya y Birmania, hermanas pobres, que han puesto duramente a prueba mi paladar. Amé la primera, y tuve una relación “ambigua” con la segunda…
A ambas llegué sin mucho conocimiento previo, con algún prejuicio estúpido, y con enormes deseos de conocer.
Los “bien informados” decían que la cocina camboyana es una simple prolongación de la tailandesa. Pues no. Pero hablaré de esto con calma otro día.
En Battambang disfruté sus bocadillos, las meriendas a la orilla del río, cocine Amok y Lok Lak, y lo pasé realmente bien en esa ciudad tan dulce.
No me atreví, lo siento, con los generosos puestos de cucarachas y grillos fritos. Supongo que nunca estuve lo suficientemente borracho o me falto la decisión necesaria. Next time…
Foto; Puestos de ratas, grillos y cucarachas. Battambang, Camboya.
Paseando el campo camboyano aprendí como se prepara el papel de arroz de los rollitos, me colé en una boda a comer Bo Bor (gachas de arroz), y saboreé encantado los pasteles de arroz glutinoso y azúcar de palma.
Foto; El plato de Bo Bor que me ofrecieron en la boda. Battambang, Camboya.
Phnom Phem me trató bien. Allí participe en una bullanguera y divertida Phnom Pleung (barbacoa khmer), y aprendí a apreciar sus curries profundos, con un gusto final a Prahok, una pasta de pescado fermentado considerado el ingrediente nacional.
Foto; Un curry de pollo Khmer en un restaurante capitalino. Phnom Phem, Camboya.
Bajando al sur, hacia la costa, comí cangrejos y calamares fresquísimos, cocinados brevemente con salsa de ostras y mucha pimienta verde de Kampot.
Como tantos camboyanos inicie mis días con un plato colmado de Bai Sat Chrouk, cerdo adobado sobre arroz, y lo continué sentado ante una cazuela humeante de Samlor Machou Yuon, la sopa de pescado y piña que vuelve locos a tantos khmer.
Foto; Calamarcitos a la brasa en la costa. Kep, Camboya.
Y me despedí de aquella tierra con un puntito de tristeza, con la promesa de volver, enamorado de sus campos y sus gentes. Y su cocina, pues no, no era como la thai sino diferente, singular y muy rica.
Y volando volando, sin dar tiempo a la nostalgia a asentarse, ya me encontraba en las calles de Yangun. Cuanto amor y cuanta belleza en una ciudad.
Los birmanos, como los camboyanos, aman el Ngapi, la pasta de pescado fermentada, con la cual sazonan con generosidad sus guisos.
Y confieso que este fue el momento mas duro del viaje. Cuando cualquier plato, de verduras, carne o pescado tenía siempre el mismo sabor a entrañas de pez…
Casi toqué fondo…
Foto; Curries birmanos. El aspecto es bastante mejor que el olor y el sabor...
Pero también reconozco que la cocina birmana me sorprendió y me gustó. Una mezcla extraña y seductora, a medias entre los sabores de la India y el sudeste asiático. Raro y rico.
Me desvelé varias veces al comer Laphet Thouk, una ensalada de hojas de té fermentadas, fuerte, sazonada con mucho ajo y sésamo. Y amé sin condiciones las tea houses, de mesas bajas, té con leche condensada, samosas y conversaciones llenas de cariño y amistad.
Foto; Una Tea House en las calles de Yangun, Birmania.
Me gustó mucho la Mohinga, una sopa espesa de fideos, pescado y tronco de platanero, el plato nacional de Birmania.
Foto; Comiendo Mohinga, cerca de Kalaw, Birmania.
Dormí en cabañas con las gentes Shan, y allí comí y aprecié los Shan Kao Swe, unos noodles de arroz glutinoso, pegajosos y aderezados con hojas de mostaza agrias.
Se llamaba Pae Tu Bauk el pueblo Taung donde mis amigos y yo nos bebimos felices una botella de vino de arroz, mientras comíamos habas fritas con ajo y jugábamos con todos los niños de las granjas.
Y tuve un instante de gloria chapurreando nepalí con los emigrantes ghurkas de Kalaw, mientras comía Puris con Dhal y encurtidos de cerezas. Ummmh!
Así, rápidamente y disfrutando, casi sin darme cuenta, me encontré de nuevo en Bangkok, apurando mis últimos días asiáticos frente a una sopa de wantan…
Poco a poco os iré contando estas y otras muchas cosas con detalle y paciencia.
En los próximos días la segunda parte de estas mini-memorias culinarias; Tailandia y Malasia…
Foto;En una cocina Shan. Noreste de Birmania.
Ya de regreso al soleado espacio de mi vida madrileña. Rutinas, amigos, conciertos, desempleo…
En la mente aun fresco el viaje. Sigo sufriendo un pequeño jetlag imaginario, una foto fija de una palmera en mi retina, una sonrisa estúpida que se desdibuja muy poquito a poco en mi cara.
Y también he vuelto al cocido de mi madre, a mis sopas, al pincho de tortilla de la esquina, y a las maravillosas ensaladas que me quitan canas.
Aun no he comenzado a cocinar. Ya vuelvo, ya vuelvo. Permitidme estar perezoso otro ratito.
Pero antes dejadme que os cuente lo mejor y lo peor que he comido estas últimas 9 semanas…
Han sido 3 comidas por 63 días, eso significa 189 comidas asiáticas, la mayoría en la calle. Menos dos cenas, imprudentes, en Singapur y Yangun. En ambas opte por comer algo “occidental”. Craso error, porque fueron las únicas ligeras molestias que he tenido… Raro y curioso. Curioso? Raro?
Empiezo por el final, por las cocinas de Camboya y Birmania, hermanas pobres, que han puesto duramente a prueba mi paladar. Amé la primera, y tuve una relación “ambigua” con la segunda…
A ambas llegué sin mucho conocimiento previo, con algún prejuicio estúpido, y con enormes deseos de conocer.
Los “bien informados” decían que la cocina camboyana es una simple prolongación de la tailandesa. Pues no. Pero hablaré de esto con calma otro día.
En Battambang disfruté sus bocadillos, las meriendas a la orilla del río, cocine Amok y Lok Lak, y lo pasé realmente bien en esa ciudad tan dulce.
No me atreví, lo siento, con los generosos puestos de cucarachas y grillos fritos. Supongo que nunca estuve lo suficientemente borracho o me falto la decisión necesaria. Next time…
Foto; Puestos de ratas, grillos y cucarachas. Battambang, Camboya.
Paseando el campo camboyano aprendí como se prepara el papel de arroz de los rollitos, me colé en una boda a comer Bo Bor (gachas de arroz), y saboreé encantado los pasteles de arroz glutinoso y azúcar de palma.
Foto; El plato de Bo Bor que me ofrecieron en la boda. Battambang, Camboya.
Phnom Phem me trató bien. Allí participe en una bullanguera y divertida Phnom Pleung (barbacoa khmer), y aprendí a apreciar sus curries profundos, con un gusto final a Prahok, una pasta de pescado fermentado considerado el ingrediente nacional.
Foto; Un curry de pollo Khmer en un restaurante capitalino. Phnom Phem, Camboya.
Bajando al sur, hacia la costa, comí cangrejos y calamares fresquísimos, cocinados brevemente con salsa de ostras y mucha pimienta verde de Kampot.
Como tantos camboyanos inicie mis días con un plato colmado de Bai Sat Chrouk, cerdo adobado sobre arroz, y lo continué sentado ante una cazuela humeante de Samlor Machou Yuon, la sopa de pescado y piña que vuelve locos a tantos khmer.
Foto; Calamarcitos a la brasa en la costa. Kep, Camboya.
Y me despedí de aquella tierra con un puntito de tristeza, con la promesa de volver, enamorado de sus campos y sus gentes. Y su cocina, pues no, no era como la thai sino diferente, singular y muy rica.
Y volando volando, sin dar tiempo a la nostalgia a asentarse, ya me encontraba en las calles de Yangun. Cuanto amor y cuanta belleza en una ciudad.
Los birmanos, como los camboyanos, aman el Ngapi, la pasta de pescado fermentada, con la cual sazonan con generosidad sus guisos.
Y confieso que este fue el momento mas duro del viaje. Cuando cualquier plato, de verduras, carne o pescado tenía siempre el mismo sabor a entrañas de pez…
Casi toqué fondo…
Foto; Curries birmanos. El aspecto es bastante mejor que el olor y el sabor...
Pero también reconozco que la cocina birmana me sorprendió y me gustó. Una mezcla extraña y seductora, a medias entre los sabores de la India y el sudeste asiático. Raro y rico.
Me desvelé varias veces al comer Laphet Thouk, una ensalada de hojas de té fermentadas, fuerte, sazonada con mucho ajo y sésamo. Y amé sin condiciones las tea houses, de mesas bajas, té con leche condensada, samosas y conversaciones llenas de cariño y amistad.
Foto; Una Tea House en las calles de Yangun, Birmania.
Me gustó mucho la Mohinga, una sopa espesa de fideos, pescado y tronco de platanero, el plato nacional de Birmania.
Foto; Comiendo Mohinga, cerca de Kalaw, Birmania.
Dormí en cabañas con las gentes Shan, y allí comí y aprecié los Shan Kao Swe, unos noodles de arroz glutinoso, pegajosos y aderezados con hojas de mostaza agrias.
Se llamaba Pae Tu Bauk el pueblo Taung donde mis amigos y yo nos bebimos felices una botella de vino de arroz, mientras comíamos habas fritas con ajo y jugábamos con todos los niños de las granjas.
Y tuve un instante de gloria chapurreando nepalí con los emigrantes ghurkas de Kalaw, mientras comía Puris con Dhal y encurtidos de cerezas. Ummmh!
Así, rápidamente y disfrutando, casi sin darme cuenta, me encontré de nuevo en Bangkok, apurando mis últimos días asiáticos frente a una sopa de wantan…
Poco a poco os iré contando estas y otras muchas cosas con detalle y paciencia.
En los próximos días la segunda parte de estas mini-memorias culinarias; Tailandia y Malasia…
6 comentarios :
Simplemente hermosa esa fotografía.
Hola corazón,
si, era una tarde hermosa!
Creo que despues de muchos meses enganchada a tu blog, ha llegado el momento de decirte que me parece INCREIBLE tu trabajo,como nos lo enseñas,como lo explicas,TODO GENIAL!!
Cuando tenga la oportunidad de conocer Asia (que ganas tenemos) sin duda contactaremos contigo (con tu permiso;))
GRACIAS!!
dpereaf
Cuanta envidia leyendote, niño... y cuantas ganas de hablar tranquilammente frente a una(s) caña(s)... a ver si nos vemos pronto!
Hola Alex!!! Bienvenido!!!!! Me ha encantado esta primera crónica, espero ansiosa la siguiente. Muchos abrazos!!!!!
GUao, qué maravilloso viaje culinario, me has hecho viajar y paladear un poco!
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