Fotos; El pueblo de Sidding, en los contrafuertes del Mardi Himal, valle del Madhi Khola, 2006.
Para la gente del Himalaya comer es una cuestión ardua, con pequeños placeres y muchas privaciones.
He tenido la fortuna de recorrer muchas veces los contrafuertes de los Annapurnas, y compartir comida con sus habitantes.
Los campesinos cultivan arroz o mijo, básicos en la dieta diaria. Con ellos prepararan arroz hervido y gachas, además de vino y cerveza, los pilares de cada comida. A su lado, en los linderos de los mismos campos, o en pequeños huertos judías, soja, mostaza, cebollas, ajos, espinacas, patatas, nabos, coliflores y coles.
La dieta es pobre y monótona. No es normal ver gente hambrienta, pero la nutrición es mala y limitada a pocos alimentos. Por suerte las cosas cambian poco a poco.
Sin luz eléctrica las posibilidades de conservación son difíciles, así que se recurre a los productos de temporada. Encima de los tejados de cada casa se secan hojas verdes o nabos al sol, es el “Gundruk”, que una vez seco y fermentado puede conservarse hasta la próxima cosecha. Este producto completa las raciones en sabrosas sopas y encurtidos, de sabor agrio y penetrante.
La cocina en los pueblos es sumamente sencilla. Las mujeres cocinan con las verduras que tienen a mano y con muy pocas especias; chiles secos, chiles verdes, comino y cúrcuma.
Tradicionalmente se empleaba aceite de mostaza, pero hoy se prefiere cultivar productos mas baratos, así que la soja va ocupando su lugar.
La preparación de los alimentos es simple y rápida. El arroz se cuece en agua, mientras las verduras se saltean, unas veces con cebolla, ajo, jengibre y chiles secos y otras directamente sobre el aceite caliente.
Foto; Preparando la comida, Low Camp, Macchapuchare, 2006.
Sea cual sea su casta o religión la mayor parte de los habitantes son vegetarianos forzosos. Comer carne es un gasto desorbitado y prohibido para la mayoría de las familias. Solo un día al año el campesino se permite comer proteína animal; durante la celebración del Dasain, el mayor festival nepalí.
Comer carne durante este festival es una cuestión básicamente de status social. No hacerlo implicaría una vergüenza y una deshonra delante de sus vecinos. Así que las familias más pobres se agrupan por clanes para comprar un animal. Es una superstición, así que si no se tiene dinero se pedirá al usurero, endeudándose para el resto del año.
Las cabras son caras, por lo que el búfalo de agua es el preferido. Las semanas previas al Dasain todo el grupo colabora en su alimentación, para que llegue lo mas gordo posible a la fecha elegida. Una vez sacrificado la carne se divide en lotes iguales, unos 5-6 kilos por familia. El resto se vende para amortizar la deuda contraída.
Y luego llega el festín. Lo normal es que las mujeres preparen “chili buf” durante unos días, hasta que la carne se termina. Entonces solo queda esperar al próximo octubre.
El campesino comienza su jornada antes del alba. Al despertarse calientan el cuerpo con una taza de té azucarado con leche.
La primera comida del día no llega hasta las 8, arroz o gachas de mijo, lentejas y, quizás, un platito de espinacas o nabos. Si hay tomates a mano preparan un achar, y si no rompen la monotonía de sus alimentos con un par de chiles frescos.
A la 1 de la tarde se hace un alto en el trabajo y se consume un pequeño tentempié, el “tiffin time”. Té con un roti, un poco de maiz o soja tostados o, si sobró, algo del arroz de la mañana.
Y para terminar la comida fuerte del día. Sobre las 6 se prepara otro plato de arroz y gachas con mas vegetales y chiles. Y a dormir…
A veces los hombres, tras la jornada, van a visitar a sus vecinos. Entonces beben raksi y comen pequeños platitos de carne seca con chiles, soja frita con cebollas y tomates o chau chau.
Foto; Puna Chetri, el día que probó los pistachos. 2006.
A pesar de lo espartano de la vida en el Himalaya lo que nunca falta es la hospitalidad de sus vecinos. Sea cual sea el nivel económico de cada casa es seguro que te invitaran a pasar a calentarte junto su hogar.
Rápido te ofrecerán una estera de paja o un banquito de madera para que no cojas frío. La familia, divertida y curiosa, se sentará a tu lado, y la madre te ofrecerá té caliente en un vaso grande de aluminio, o raksi calentito para templar el cuerpo.
Y poco a poco comenzara la charla, o la mímica, y al poco tendrás en tus manos un plato lleno de arroz, y coliflor humeante, y un buen montón de espinacas. Toda la familia contendrá la respiración, esperando ver si al invitado le gustan sus modestos alimentos. Entonces, si sonries satisfecho, la familia al completo soltara un suspiro de satisfacción y reirá y palmeara contenta.
Ah, la hospitalidad nepalí…
Foto; Vuelta a casa, valle del Seti, 2006
Para la gente del Himalaya comer es una cuestión ardua, con pequeños placeres y muchas privaciones.
He tenido la fortuna de recorrer muchas veces los contrafuertes de los Annapurnas, y compartir comida con sus habitantes.
Los campesinos cultivan arroz o mijo, básicos en la dieta diaria. Con ellos prepararan arroz hervido y gachas, además de vino y cerveza, los pilares de cada comida. A su lado, en los linderos de los mismos campos, o en pequeños huertos judías, soja, mostaza, cebollas, ajos, espinacas, patatas, nabos, coliflores y coles.
La dieta es pobre y monótona. No es normal ver gente hambrienta, pero la nutrición es mala y limitada a pocos alimentos. Por suerte las cosas cambian poco a poco.
Sin luz eléctrica las posibilidades de conservación son difíciles, así que se recurre a los productos de temporada. Encima de los tejados de cada casa se secan hojas verdes o nabos al sol, es el “Gundruk”, que una vez seco y fermentado puede conservarse hasta la próxima cosecha. Este producto completa las raciones en sabrosas sopas y encurtidos, de sabor agrio y penetrante.
La cocina en los pueblos es sumamente sencilla. Las mujeres cocinan con las verduras que tienen a mano y con muy pocas especias; chiles secos, chiles verdes, comino y cúrcuma.
Tradicionalmente se empleaba aceite de mostaza, pero hoy se prefiere cultivar productos mas baratos, así que la soja va ocupando su lugar.
La preparación de los alimentos es simple y rápida. El arroz se cuece en agua, mientras las verduras se saltean, unas veces con cebolla, ajo, jengibre y chiles secos y otras directamente sobre el aceite caliente.
Foto; Preparando la comida, Low Camp, Macchapuchare, 2006.
Sea cual sea su casta o religión la mayor parte de los habitantes son vegetarianos forzosos. Comer carne es un gasto desorbitado y prohibido para la mayoría de las familias. Solo un día al año el campesino se permite comer proteína animal; durante la celebración del Dasain, el mayor festival nepalí.
Comer carne durante este festival es una cuestión básicamente de status social. No hacerlo implicaría una vergüenza y una deshonra delante de sus vecinos. Así que las familias más pobres se agrupan por clanes para comprar un animal. Es una superstición, así que si no se tiene dinero se pedirá al usurero, endeudándose para el resto del año.
Las cabras son caras, por lo que el búfalo de agua es el preferido. Las semanas previas al Dasain todo el grupo colabora en su alimentación, para que llegue lo mas gordo posible a la fecha elegida. Una vez sacrificado la carne se divide en lotes iguales, unos 5-6 kilos por familia. El resto se vende para amortizar la deuda contraída.
Y luego llega el festín. Lo normal es que las mujeres preparen “chili buf” durante unos días, hasta que la carne se termina. Entonces solo queda esperar al próximo octubre.
El campesino comienza su jornada antes del alba. Al despertarse calientan el cuerpo con una taza de té azucarado con leche.
La primera comida del día no llega hasta las 8, arroz o gachas de mijo, lentejas y, quizás, un platito de espinacas o nabos. Si hay tomates a mano preparan un achar, y si no rompen la monotonía de sus alimentos con un par de chiles frescos.
A la 1 de la tarde se hace un alto en el trabajo y se consume un pequeño tentempié, el “tiffin time”. Té con un roti, un poco de maiz o soja tostados o, si sobró, algo del arroz de la mañana.
Y para terminar la comida fuerte del día. Sobre las 6 se prepara otro plato de arroz y gachas con mas vegetales y chiles. Y a dormir…
A veces los hombres, tras la jornada, van a visitar a sus vecinos. Entonces beben raksi y comen pequeños platitos de carne seca con chiles, soja frita con cebollas y tomates o chau chau.
Foto; Puna Chetri, el día que probó los pistachos. 2006.
A pesar de lo espartano de la vida en el Himalaya lo que nunca falta es la hospitalidad de sus vecinos. Sea cual sea el nivel económico de cada casa es seguro que te invitaran a pasar a calentarte junto su hogar.
Rápido te ofrecerán una estera de paja o un banquito de madera para que no cojas frío. La familia, divertida y curiosa, se sentará a tu lado, y la madre te ofrecerá té caliente en un vaso grande de aluminio, o raksi calentito para templar el cuerpo.
Y poco a poco comenzara la charla, o la mímica, y al poco tendrás en tus manos un plato lleno de arroz, y coliflor humeante, y un buen montón de espinacas. Toda la familia contendrá la respiración, esperando ver si al invitado le gustan sus modestos alimentos. Entonces, si sonries satisfecho, la familia al completo soltara un suspiro de satisfacción y reirá y palmeara contenta.
Ah, la hospitalidad nepalí…
Foto; Vuelta a casa, valle del Seti, 2006
5 comentarios :
-Hola Alex, hacía días que no entraba y cuantas cosas me he perdido!!!!
Me he maravillado ante el color y a la vez me ha entristecido mirar , gracias por ese relato , de vez en cuando es bueno poner los pies en tierra y mirar a los ojos en lugar de a la barriga.
El que quiere dar no necesita nada para poder ofrecer, con la amabilidad basta, y la mayoría de veces de eso andamos escasos.
un saludo.
Hola Mai,
bueno, no pretendía dar una impresion triste de la vida en el Himalaya.
Las condiciones son duras, pero la gente de los pueblos es dulce y muy cariñosa.
Son ingenuos, amables y sonrientes.
En pocos lugares me he encontrado tan a gusto como en sus casas, durmiendo en sus porches, o compartiendo racsi con los vecinos.
Y si, tienes razon, el echo de dar, de ofrecer, no tiene nada que ver con la riqueza material que se tiene.
En Nepal, en Kyrguizstan, en Sri Lanka, los últimos, los olvidados, los pobres, esos me lo ofrecieron todo.
Un besazo fuerte, y gracias por venir.
Alex
Hola Alex!!! Parece mentira... quienes menos tienen son los que mas dan sin esperar nada...... en esta sociedad nuestra del consumismo eso se ha perdido totalmente.... una pena!!! Besos!! y gracias por contarnos tus viajes y experiencias!!!
Cuando leo de comidas, mi imaginación y mi falta de conocimiento no siempre me permite ubicarla en un entorno. Me puedo perder en el simple aspecto o sabor.
Pero en temas como este, bajo de la mochila y me coloco a tu lado, entonces es fácil compartir una cierta ternura y sonreír simplemente a la vida, da igual las condiciones.
Preciosas fotografías, bueno, mejor: precioso lugar.
Un beso
Hola Salvia, mil gracias! Bueno, entonces tendremos que aplicarnos y tratar de recuperar un poco de esa hospitalidad. Empezando por cada uno.
Adormidera! Hola corazón,
muchas gracias por venir conmigo! Gracias tambien por lo de las fotos. Sabes, una de las razones para comenzar el blog fue compartir cientos de fotos que se morian de risa en mi casa.
Un besazo a las dos,
Alex
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