Fotos; Yurta y niños nomadas. Lago Song Kull. 2008.
“Los invitados vienen de Dios”…
Eso dice Babuskha, la abuela, mientras corretea bajo la lluvia para recoger la mejor loza de la yurta. Tazas chinas descascarilladas y baratas.
Su nieto nos mira impaciente, y al cebar de carbones el viejo samovar, nos cuenta orgullosa que tiene 10 hijos, 20 nietos y 3 vacas.
Sonríe. Esta contenta. Unos extranjeros han venido a visitarla y ella, cumpliendo la tradición de los nómadas, nos ofrece lo mejor que tiene. Todo lo que tiene.
Sentados en el suelo ante un mantel de hule aguardamos impacientes. Preguntas, sonrisas, palabras tímidas en kirguiz y ruso.
La abuela Katia no entiende por que los extranjeros vienen de tan lejos a visitar su yurta. “Apa, venimos a conocer tus praderas, tu sonrisa, tus montañas de hielo”…
El samovar humea y se llenan las primeras tazas de ardiente “chai”. Sobre el suelo trozos de pan, “kaymak” (mantequilla batida), mermelada de albaricoques, y “kurut” (queso seco ahumado).
Comemos felices. Los cuencos se rellenan de té y el pan se unta de mantequilla y azúcar. Sigue lloviendo fuera.
Ofrecemos a su nieto frutos secos y chocolate ante la mirada azorada de Katia, que no entiende por que los invitados ofrecen presentes. Eso nunca fue así. Ella no espera nada. Si acaso la foto en la que su nieto y ella sonríen.
Ha terminado de llover, y las montañas vuelven a brillar. Llevamos allí mas de 2 horas. Pero antes de partir bebemos y brindamos con “kumys”, leche fermentada de yegua.
“Omin”.
Volveremos Apa. Volveremos.
Para Anita, Carmen, Jesús, Vicenta, Masha, Susana, Albina, Slava, Valera, Juanra y Nadia.
Chon Ragmat. Spasiva. Gracias.
“Los invitados vienen de Dios”…
Eso dice Babuskha, la abuela, mientras corretea bajo la lluvia para recoger la mejor loza de la yurta. Tazas chinas descascarilladas y baratas.
Su nieto nos mira impaciente, y al cebar de carbones el viejo samovar, nos cuenta orgullosa que tiene 10 hijos, 20 nietos y 3 vacas.
Sonríe. Esta contenta. Unos extranjeros han venido a visitarla y ella, cumpliendo la tradición de los nómadas, nos ofrece lo mejor que tiene. Todo lo que tiene.
Sentados en el suelo ante un mantel de hule aguardamos impacientes. Preguntas, sonrisas, palabras tímidas en kirguiz y ruso.
La abuela Katia no entiende por que los extranjeros vienen de tan lejos a visitar su yurta. “Apa, venimos a conocer tus praderas, tu sonrisa, tus montañas de hielo”…
El samovar humea y se llenan las primeras tazas de ardiente “chai”. Sobre el suelo trozos de pan, “kaymak” (mantequilla batida), mermelada de albaricoques, y “kurut” (queso seco ahumado).
Comemos felices. Los cuencos se rellenan de té y el pan se unta de mantequilla y azúcar. Sigue lloviendo fuera.
Ofrecemos a su nieto frutos secos y chocolate ante la mirada azorada de Katia, que no entiende por que los invitados ofrecen presentes. Eso nunca fue así. Ella no espera nada. Si acaso la foto en la que su nieto y ella sonríen.
Ha terminado de llover, y las montañas vuelven a brillar. Llevamos allí mas de 2 horas. Pero antes de partir bebemos y brindamos con “kumys”, leche fermentada de yegua.
“Omin”.
Volveremos Apa. Volveremos.
Para Anita, Carmen, Jesús, Vicenta, Masha, Susana, Albina, Slava, Valera, Juanra y Nadia.
Chon Ragmat. Spasiva. Gracias.
2 comentarios :
Sabrás que la dulzura con que cuentas se contagia a quien te sigue. Algunas veces me dijeron que cuando intento relatar algo, se huele y se toca, hasta ahora no sabía bien a qué se referían.
Me hice adicta a acompañarte y mirar por tus ojos, y ahora intuyo, quizá, ésto que me pasa al leerte es lo que otros me contaron un día.
Gracias por seguir dando pasos y dejar que tantos nos acomodemos en tu mochila.
Un saludo, hoy sin sol, pero con tibieza isleña.
Gracias adormidera,
es hermoso sentirse acompañado.
Un beso muy fuerte.
Alex
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